Amanecer de una máscara Imposible

Gracias a un contacto de Facebook que inició una interesante propuesta de escribir sobre un escritor, la consigna de él comienza con una cita:

"La Novela es una muerte; transforma la vida en destino, el recuerdo en un acto útil y la duración en un tiempo dirigido y significativo. Pero esta transformación sólo puede darse ante los ojos de la sociedad. La sociedad impone la Novela, es decir, un complejo de signos, como trascendencia y como Historia de una duración. Por la evidencia de su intención, captada en la claridad de los signos novelísticos, reconocemos el pacto que une, con toda la solemnidad del arte, al escritor con la sociedad. El pretérito perfecto simple y la tercera persona de la Novela que ese gesto fatal con el cual el escritor señala la máscara que lleva" (Roland Barthés; El grado cero de la escritura)

Y puntualmente es la siguiente:

¿ME CONTÁS QUÉ HISTORIA TE CUENTA TU ESCRITOR? ¿SOBRE QUÉ TRATA TU/ SU NOVELA? ¿TE CUENTA ALGO SORPRENDENTE? ¿ALGO NOVEDOSO? ¿SU HISTORIA SE HA CONSTITUIDO EN FUNDAMENTO DE TU PRESENTE? ¿CUÁL ES EL PACTO QUE TE UNE A SU PLUMA? ¿SERÍAS CAPAZ DE DEVELARLO? ¿CUÁL ES EL GESTO FATAL DE TU ESCRITOR, ESE QUE NOTASTE PERO QUE NO TE ATREVERÍAS A EXPLICITAR POR MIEDO A QUE OTROS LO DESCUBRAN?

ATENCIÓN: NO ESTOY PREGUNTANDO NOMBRES, SÓLO MÁSCARAS.

A mi me pro-Bocó el siguiente comentario:

"Interesante propuesta... Mi escritor no es mi escritor, es más, no se si llamarlo de alguna manera... Ya sea que el haya escrito eso que a veces leo, más allá de su origen mítico, lo cierto es que esas... ¿como llamarlas? No son exactamente palabras, aun cuando en sus formas lo sean, esos "gestos" y me animo a denominarlos así incluso cuando para mi sigue siendo un misterio la manera en que todas ellas juntas parecen VIVAS. Las leo y son esclarecedoras pero turbias, destructivas en extremo del lector mismo en que me constituyo en el inicio. A medida que avanzo, me disuelvo, de manera tal que nunca leo más de una o dos carillas. Nunca puedo terminar su lectura, cuando me escribe me borra!... Comienzo y me confronta a mi absurda in-sistencia en una ex-istencia irreal; desaparezco! al rato de no se cuanto tiempo vuelvo... A los días me lo cruzo -¿o me cruza él?-, sobre la mesa o en algún estante y renace nuestro mortífero amoroso combate, con semblante de cerezo, con aroma a cicuta, entre signo y signo, en esas hiancias el jade oculta!"

Pero no quería dejar en el anonimato a ESE que se desliza en mis letras pero tampoco faltar a la consigna, así que resolví darlo a conocer aquí en esta nota con uno de sus más bellos, atómicos sutras:

 

El árbol inútil

Hui tzu le dijo a Chuang:

"Tengo un árbol grande,

de los que llaman árboles apestosos.

El tronco está tán retorcido,

tan lleno de nudos,

que nadie podría obtener una tabla derecha

de su madera. Las ramas están tan retorcidas

que no se pueden cortar en forma alguna

que tenga sentido.

Ahí está junto al camino.

Ni un solo carpintero se dignaría siquiera

mirarlo.

Iguales son tus enseñanzas,

grandes e inútiles."

Chuang Tzu replicó:

"Has observado alguna vez al gato salvaje?

Agazapado, vigilando a su presa,

salta en ésta y aquella dirección,

arriba y abajo, y finalmente

aterriza en la trampa.

Pero ¿has visto al yak?

Enorme como una nube de tormenta,

firme en su poderío.

¿Qué es grande? Desde luego.

¡No puede cazar ratones!

Igual ocurre con tu gran árbol.¿Inútil?

Entonces plántalo en las tierras áridas.

En solitario.

Pasea apaciblemente por debajo,

descansa bajo su sombra;

ningún hacha ni decreto preparan su fin.

Nadie lo cortará jamás.

¿Inútil? ¡Eres tú el que debería preocuparse!"

 

¿Quien fue?... se lo refiere como Chuang Tzu, pero en realidad tales preguntas carecen de sentido a la luz de su portento.

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